EL ARTE DE PLAGIAR EN EL COLEGIO

EL ARTE DE PLAGIAR EN EL COLEGIO

Estaba en la plena etapa de la secundaria educativa y cursaba el segundo año, era una tarde muy tensa y agria, porque ese día nos tomarían examen del curso de Química, tensa digo porque la profesora que nos enseñaba no tenía ninguna cara de mensa por cierto se llamaba Victoria, nombre que hasta el día de hoy recuerdo “con mucho cariño”.

tension y nervios en un examen
tensión y nervios en un examen

 

Eran las 2:20 pm hora de cambio de turno e inicio de ese examen crucial, momento donde todos “inteligentes y burros” estábamos tensos, yo pertenecía a los últimos desafortunadamente; siempre andábamos en manadas, los inteligentes por un lado y los burros por otro lado, coordinando nuestros planes maquiavélicos para tratar de aprobar aunque sea con un orgulloso “once”, y esa seria nuestra mayor victoria.

 

La voz altisonante, con tono vozarrón de la profesora Victoria hacia estremecer hasta las paredes del salón, allí ya sentíamos la derrota en su total plenitud de no intentar nada que nos delate; y es que ya días atrás habíamos planeado utilizar el vil arte de “plagiar”, preparando todo nuestro arsenal de plagios como pequeñas laminas de hojas escritas con las tediosas fórmulas químicas, las mujeres se escribieron en sus piernas, otros pegaron el plagio debajo de las carpetas y solo era jalar la hoja y leíamos todo; sin embargo, parecía que la profesora ya sabía de nuestros viles planes y destrozó todas nuestras barricadas, nos desarmó en su totalidad, ordenó que todos saliéramos del salón sin cuadernos ni nada, rumbo a otro salón, nos hizo formar en columnas de a dos e íbamos ingresando en pareja, un hombre y una mujer, por no decir un burro y una inteligente.

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Cuando ingresamos al salón gran sorpresa fue al ver carpetas todas ordenadas en forma de circulo y el asiento de la profesora al frente de todos, nos sentíamos derrotados sin haber dado tal examen, estábamos muy nerviosos, considerábamos que esta medida era muy inicua para nosotros pero, nada podíamos hacer nuestra suerte ya estaba echada cuando comenzó a dejar los exámenes en cada mesa y antes de empezar la “masacre masiva”, nos advirtió que al primero que detecte plagiando se suspendería el examen para todos; con esa advertencia ya estábamos sentenciados, todo el salón estaba en modo silencio, ni ganas de voltear hacia el compañero para alguna respuesta solidaria, solo esperábamos el momento del degollamiento académico, yo estaba perplejo, anonadado, pensaba en lo que me dirían mis padres al llevar este curso para nivelación en vacaciones, estaba seguro que ellos me harían revivir después del degollamiento, para luego volverme a degollar o a lo mucho ser víctima de un descuartizamiento.

 

 

 

Pasaban los minutos aciagos, cuando de pronto la maestra anuncia que vayamos terminando porque faltaban nada más que diez cruciales últimos minutos, vivíamos los descuentos de nuestra vida, burros e inteligentes nos mirábamos las caras de preocupación y derrota, cuando de pronto la maestra dio un golpe inusitado en su carpeta y con su voz prominente dijo: alto, deténganse…nosotros pensamos que llegó la hora de morir; para sorpresa nuestra la pedagoga nos pidió que cada uno coja su examen y lo rompa en cuatro pedazos con toda la furia de la frustración que teníamos, comenzamos hacerlo al inicio algo dubitativos pero, luego descargamos toda nuestra furia en ese examen, luego nos dijo que nos pusiéramos de pie y que a la cuenta de tres comenzáramos a gritar lo más fuerte que podamos; por momentos pensamos que la Amauta había enloquecido y deberíamos llamar al director para que se la lleven con camisa de fuerza rumbo al manicomio o a la silla eléctrica, fue cuando de pronto, insistió que gritemos lo más altisonante que podamos y ella lo haría con nosotros. Fue la mejor catarsis que había hecho en mi vida y con mayor motivación porque la Maestra lo hizo con nosotros, allí liberamos toda nuestra frustración, gritando lo más fuerte que hemos podido hasta derramar nuestras lágrimas y abrazarnos con regocijo.

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Todos pensamos que esto era una treta pero, no fue así, la Maestra nos comenzó a hablar que sentía todo el salón con una fuerte tensión nerviosa, nerviosismo que le hizo recordar cuando paso algo similar en su etapa de estudiante secundaria, lamentablemente a ella si la jalaron del curso enviándola a nivelación en las vacaciones, sus padres se molestaron mucho y la castigaron al igual que a sus demás compañeros. Nuestra Maestra se prometió esa vez que nunca le haría eso a sus hijos ni a sus alumnos si por cosas de la vida se convirtiera en Docente, y que bendición fue que se convirtiera en una “pedagoga justa”.

Maestra que hasta el día de hoy recuerdo, porque esa noble acción es la que me enseñó a cuidar a mis hijos, mis padres, hermanos y la sociedad en general donde está el prójimo, cuidando la autoestima de todos ellos.

Este artículo fue tomado de: Universidad de Mentes Millonarias

 

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